El "David" es un auténtico símbolo, a nivel histórico y mundial, del esplendor artístico y humanístico que se vivió en aquella época.
La estética es la disciplina filosófica que explica los procesos que generan la experiencia de lo bello y del arte, y analiza los conceptos que intervienen en estos dos campos.
Formalmente se le ha definido también como “ciencia que trata de la belleza de la teoría fundamental y filosófica del arte”.
Es la capacidad que tiene el ser humano de vivir su sensibilidad, su imaginación, su creatividad, su subjetividad de lo bello, de valorar el incremento de la libertad interior, la autonomía, su propia creación, que se hace tangible en la medida que pueda proyectarlo, recrearlo y vivirlo en la interrelación con otros seres humanos sin temor de ser coartado o recriminado por las expresiones estéticas.
Procede etimológicamente de la palabra griega aisthesis Sensación y se refiere a la reflexión sobre el arte y la belleza. Este origen confirma que la estética tiene que ver con las apariencias de los objetos, con las cosas que se pueden experimentar mediante los sentidos.
Toda la historia del arte, toda la historia de la filosofía del arte, nos ha habituado a pensar que una obra vale por lo que significa, por lo que expresa, por la calidad dela emoción que provoca en nosotros o por los pensamientos que produce, nunca por el lujo de su aspecto, por la riqueza de su material ni por el trabajo de su autor.
Dimensiones del ser humano
Dimensión Intelectual:
Dimensiones del ser humano
Dimensión Intelectual:
Pretende que el ser humano desarrolle sus procesos de pensamiento y sus dispositivos básicos de aprendizaje (atención, memoria, habituación, motivación y Sensopercepcion), tomando las áreas de conocimiento para potenciar sus otras dimensiones, que pueda ser un crítico de su propio proceso .
Dimensión Etica:
La capacidad de ser el mismo en su propia esencia, desde el valor que él o ella tengan por las cosas o por los otros seres humanos, de una forma crítica beneficiosa para la humanidad y para él o ella misma, dignificando al ser humano como individuo o como parte del colectivo, transforman su propia realidad.
Video Dimensiones del ser humano
PENSAMIENTO ESTÉTICO DE CARLOS ALCOLEA
Él mismo lo dejó claro en algún momento: Yo soy un cuerpo organizado para pintar, que no existe si no pinta;. lo visible es fruto de la subversión de los sentidos. Lo sensible puede soportar una acción de reconstrucción. Pintar supone entonces una explicación de la duda. el lenguaje posee una forma propia; es forma. El problema lo constituye la posibilidad de varios lenguajes sin relación más que en el receptor.
El dibujo es como el insomnio, el sueño lo acaricia, le (pone nervioso). Pegado, en viaje rural. Su campo es la noche y al despertar encoge el método y anda.
- Vivir una dimensión sin protestar equivale a "N"
- Protestar en "N"; sería como ser planchado.
- Hacer una carretera y después verla desde el avión.
- El esquizofrénico ha de comportarse. Dibujar sin traducir la memoria.
- Memoria en blanco. El dibujo es su sedimento: el sedimento de la memoria. Vacío irritable.
- Líneas camufladas y color evidente.
PINTAR
Pintar es el arte mágico, es el juego ardiente de los últimos rayos en las ventanas de la rica mansión o de la humilde casucha frente al sol poniente, es la señal dilatada, la señal húmeda, señal fluente y constante que la ola moribunda imprime en la arena caliente, es el deslizamiento del lagarto inmortal bajo el guijarro recalentado por el bochorno meridiano, es arco iris de la conciliación, en las tardes tristes de mayo, tras el temporal que se aleja lentamente, dando un fondo tenebroso a la claridad de los almendros en flor, a los huertos de colores lavados, a los caseríos de los aldeanos, sonrientes y tranquilos.
MARCUSE LA DIMENSIÓN ESTETICA
A través del arte se perfila todavía «la imagen del hombre como sujeto libre que dadas las condiciones de la alienación sólo puede expresar su libertad en calidad de negación de esa alienación». Por consiguiente, a primera función de la imaginación estriba en el desarrollo de la crítica de lo existente desde la esfera de la libertad oprimida.
En tanto que objeto del deseo, la Belleza no exime del dominio de las pulsiones primarias: Eros y Thanatos. En el mito se evapora cualquier antagonismo entre y terror. Se deja en manos de la Belleza el repeler la agresión e inmovilizar al agresor, así como la hermosura de Medusa petrifica a quien la contempla.
Marcuse ha manifestado en toda ocasión su dependencia de la estética de Adorno en lo que se refiere al análisis y la función de los objetos de arte en el mundo contemporáneo. La obra de arte deja paso a la producción imaginativa dirigida al consumo (Kunstgewerbe); y ése es el destino de las vanguardias artísticas incapaces de soslayar las limitaciones de difusión de mercado a que se ven sometidas como productoras de mercancías enfrentadas a la demanda de renovación constante.
Pero también aquí el arte parece incapaz de superar el engaño; pues si bien nos muestra una vida potencial diversa y mejor, se limita a presentarla como apariencia/fantasía (Schein), sin que jamás sea factible su traducción a la vida real ni exista tampoco la mínima garantía de que pueda llegar a ser realidad.
Marcuse se centra en el carácter gratuito de los valores estéticos. La dimensión estética apela a la reconciliación erótica del hombre y la naturaleza; pero necesita una justificación filosófica y para ello se remite a Kant, a la Critica del Juicio: «Entre la razón teórica que constituye la naturaleza bajo las leyes de la causalidad y la razón práctica que configura la libertad, el juicio estético establece la mediación entre la naturaleza y la libertad.» El juicio estético aspira al conocimiento enriquecido por el sentimiento del placer. De Kant asume también Marcuse la concepción del placer estético como ámbito de la sensibilidad y de la belleza: «El placer estético proviene al mismo tiempo de la sensibilidad de la pura forma del objeto cuya percepción constituye la belleza.»
La mayor diferencia entre el arte actual, mal llamado conceptual, y el gran arte del pasado, se puede resumir en estos aspectos: calidad y duración, belleza, y contenido.
En efecto, si algo sorprende del arte de antes, empezando con los griegos y romanos, y siguiendo con el Medioevo, el Renacimiento, y los grandes maestros que vinieron después, como Rubens, Velázquez, Vermeer, Goya, Ingres y todo el impresionismo, es que sus obras estaban hechas con tanta calidad y maestría, con una técnica tan asombrosa y un oficio tan sabio, que gran parte de esas piezas han sobrevivido los daños del tiempo y los azares de los siglos, incluyendo incendios, guerras, terremotos, saqueos y percances de toda naturaleza. Las obras estaban hechas con pericia, y por eso aún sobreviven sus colores, lienzos, maderas y mármoles. Podían durar. El arte de hoy, en cambio, está hecho con materiales perecederos y se deshace en cuestión de años, meses, días o instantes, como el famoso tiburón de Damien Hirst que le costó a un cliente 12 millones de dólares, y el enorme pez en su recipiente de formol se pudrió en pedazos. Hirst le tuvo que hacer otro al cliente enfurecido.
Una segunda diferencia es que, a pesar de las diferencias de épocas, países, talentos y estilos, todos los artistas del pasado compartían una misma meta: crear belleza. Hoy la belleza está mal vista, se considera superflua y hasta superficial, y es una lástima porque la belleza, como se ha sabido desde Platón hasta Nietzsche, es algo tan valioso para la existencia humana como la verdad, la justicia o la bondad. Las mejores obras del pasado eran de una belleza sublime, erizante.
La tercera diferencia es el contenido. Y es irónico, porque el arte actual se ufana de su temática y por eso se proclama “conceptual”, en supuesto contraste con el de antes, al punto que ya no importa el oficio, la belleza ni la creación, sino la idea. Y eso se podría aceptar si fueran ideas profundas o emocionantes. Pero el concepto detrás de tantas obras actuales sorprende por su ligereza y frivolidad, por su falta de hondura y peso intelectual. En el gran arte del pasado, por el contrario, prevalecían los grandes temas, ya fueran religiosos, políticos o sociales, y la obra era una creación estética para elevar el espíritu e iluminar la condición humana. ¿Conceptos? Por favor. Conceptos tiene el arte de Goya, Miguel Ángel, Leonardo, y todos los grandes del pasado. Lo de ahora impacta, más bien, por la pobreza de sus ideas.
Lo cierto es que a partir de Marcel Duchamp y su orinal de 1917, cualquier cosa puede ser una obra de arte, y cualquier persona puede ser un artista. Ya no se necesita talento, conocimiento, creatividad ni buen gusto, y eso ha envilecido el arte hasta convertirlo en lo que es hoy: una burla y una estafa, en donde un grupo de avivatos, apoyados por curadores y galeristas que se frotan las manos al contar sus millones, fabrican objetos mal llamados arte, sin belleza o contenido, y hechos para desintegrarse en poco tiempo. Son piezas efímeras en su materia y en su significado. Por eso el público carece de un arte que alimente su mente, su corazón o su espíritu. Y así nos va.
WebGrafía:
https://culturainquieta.com/es/arte/escultura/item/14080-el-david-de-miguel-angel-concepto-y-simbolismo-de-una-de-las-mas-bellas-esculturas-del-mundo.html
https://www.elespectador.com/opinion/el-arte-de-antes-y-el-de-ahora-columna-523857